Salta repleta de fieles para la Fiesta del Milagro
Decenas de miles de peregrinos participan de la celebración religiosa en Honor al Señor y a la Virgen del Milagro que finaliza este martes 15 de septiembre. Expectativas para superar a las 800 mil personas que reunió la edición 2014 de esta fiesta de la Fe.
Los fieles empezaron a llegar la semana pasada, desde cercanos pueblos del Valle de Lerma y desde la frontera con Bolivia, a 500 kilómetros; de provincias vecinas y de otras distantes, como los de Comodoro Rivadavia, en Chubut; desde la húmeda yunga y de la árida puna, a 4.000 de altura, o de recónditos enclaves en la montaña, como Iruya.
Se trasladan a pie, a caballo, en grupos de ciclistas, en buses y vehículos particulares, para converger en la Plaza 9 de Julio y, frente a ella, entrar a la Catedral de Salta para visitar al Señor y a la Virgen del Milagro
Los más cercanos partieron ayer o esta mañana, mientras los más alejados -como Santa Victoria Oeste- salieron el 1 de este mes y, igual que quienes llegan del altiplano o de otras provincias, que soportaron lluvias, nevadas, vientos y el impiadoso rayo del sol en la altura; muchos cargan cruces o imágenes de Cristo y la Virgen y hasta realizan el último tramo hasta el templo de rodillas, para cumplir promesas o por alguna rogatoria.
En los pueblos que atraviesan, los vecinos salen a saludarlos y darles ánimo, les ayudan a curar las llagas de sus pies y otros dolores causados por la marcha y les convidan alimentos y agua; también les ofrecen sus viviendas, galpones y salones para pernoctar.
Esta mañana, por la localidad de San Luis, a unos 15 kilómetros al suroeste de la capital, pasaba la peregrinación de los mineros de San Antonio Oeste, icónica ciudad de la puna a 3.800 metros sobre el nivel del mar y a 170 kilómetros de la Catedral, quienes partieron con el primer minuto del viernes pasado, en un número cercano a los 2.500, que aumentó a 4.000 cuando llegaron a Ingeniero Maury y, en las afueras de la capital, ya rondaban las 8.000 personas.
José Vidal, un minero jubilado que reside en la desértica puna a 50 kilómetros de San Antonio de los Cobres, donde vive de la cría de cabras, ovejas y llamas, contó a Télam que éste es el noveno año consecutivo que hace el peregrinaje, y que la caminata la destrozó las zapatillas tras los primeros 60 kilómetros, al llegar a Santa Rosa de Tastil, donde las reparó y se envolvió los pies con trapos.
Las otras dos noches durmieron en Ingeniero Maury y Campo Quijano, aunque aclaró: «yo no dormía bajo techo, porque estoy acostumbrado al cielo abierto, así que me hacía colchón con un cuero de oveja y me tapaba y así descansaba bien».
Vidal contó «también soy coplero, toco la caja y canto», y agregó que se jubiló, hace una década, tras trabajar 38 años en la mina Borax, y que junto a él marchaban otros mineros de varios establecimientos, como El Patito o El Martillo.