Catamarca se prepara para celebrar los 50 años de la Fiesta Nacional del Poncho, que se realizará desde el próximo jueves 13 al domingo 23 en el Predio Ferial de la ciudad capital.
La tradicional celebración convocará a 750 artesanos del país y de países de América Latina, para homenajear al abrigo más sencillo de los hombres, cuyo origen, que algunos atribuyen a los araucanos y otros a los mapuches, se pierde en los misterios del tiempo.
Es la expresión cultural más importante de Catamarca. Hechos con las lanas más sencillas o con las finas y suaves de las vicuñas, esta prenda anda por el mundo en los roperos de reyes, presidentes, intelectuales, eclesiásticos y artistas.
En la inauguración de la Fiesta Nacional e Internacional del Poncho, el próximo jueves 13, actuarán el ballet El Gaucho, el Dúo Catamarca, Nena Herrero, Julio Palacios, “El Negro” Sosa, Los de Saujíl, Juan Ignacio Molina y Carlos Bazán.
En el Sector Artesanía de la feria, los artesanos de Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay, Colombia, Bolivia y Perú venderán sus trabajos de madera, piedra, cerámica, hierro, cuero, porcelana y tejidos sin intermediarios.
En el sector Institucional estarán las organizaciones públicas y privadas afines a la artesanía.
En el de Manualidades habrá 54 puestos de manualistas locales, y en el de la Producción, que tendrá dos carpas, se comercializarán vinos artesanales, dulces, licores caseros, aceites y especias diversas.
Las inclemencias del tiempo fueron las que llevaron a los hombres prehistóricos a cubrir su cuerpo, no por pudor, una sensación que llegó con el avance de la civilización, sino para abrigarse. Tampoco aquellas primeras vestimentas fueron grandes creaciones, porque como no existía nada cualquier invento venía bien.
Con la llegada de los días fríos, miraron a su alrededor y vieron las fibras de las chalas y las totoras, y a pura necesidad comenzaron a entrelazarlas. Sin saberlo, iniciaron una estructura económica y la industria textil.
Otras tribus pusieron los ojos en el barro y la paja y de sus manos surgieron ollas y vasijas.
Y un día trocaron una cosa por la otra e hilaron la lana de los animales que ya les daban carne, cuero y leche, es decir, guanacos, vicuñas, llamas y ovejas.
El poncho, prenda genuina de la América nueva, es una simple manta cuadrilonga que se abre en el centro para que la cabeza pase por el hueco.
El uruguayo Samuel Lafone Quevedo, un estudioso del cosmos y las tradiciones ancestrales, dijo que esa abertura y el hombre pasando por ella, semeja la diaria salida del sol. Es un simbólico amanecer.
Con las manos ya habilidosas, los dibujos del poncho inauguraron un lenguaje visual de jeroglíficos, signos y siluetas de animales y cerros.
Los conquistadores europeos adoptaron rápidamente esta prenda prehispánica, cuyo tejido en el noroeste argentino fue tarea de mujeres y niños, lo que significó un buen aporte a la economía familiar, además de una codiciada prenda de trueque.
El poncho se mete de lleno en la Buenos Aires europeizada de la incipiente sociedad porteña, en cuyos elegantes salones cubría los hombros de don Juan Manuel de Rosas, del general José de San Martín y de los más distinguidos personajes de la época.
Extendido o replegado sobre los hombros, echado sobre el cuello o hacia un lado, el poncho protege del viento y el frío y es, a la vez, sobretodo, impermeable, bufanda y capote.
También usaron los ponchos hechos con materiales como lino y seda, creación de los ingleses, con los que se inició la moda de los ponchos de verano.
Fuente consultada: lanueva